jueves, 12 de marzo de 2015

BARCELONA, MIS LUGARES SECRETOS: MEMORIA Y ESPEJISMOS (1)
Elegir un solo espacio secreto, una visión particular resulta casi una traición de estado.
Antes las traiciones se castigaban con la horca. Ahora con el silencio de los lectores. Pero el espacio virtual, viral, invisible y online parece que también tiene sus leyes secretas. Cumplámoslas pues a sabiendas que detrás de mis siete secretos me guardo otros muchos que sólo mis allegados, tal vez, sabrán. Pero también es cierto que estas son mis Joyas de la Corona, mis lugares de recreo y de reposo, mis espacios públicos privados. En uno de ellos entregué mi primer beso, en otro tomé la mejor fotografía, un atardecer de hace poco, en otro me reí y en un último lloré.
PLAÇA DE SANT FELIP NERI.
En el barrio Gótico, a espaldas de La Catedral, en el Call. Es una plaza escondida que parece devolvernos a tiempos antiguos. A veces uno desearía encontrarse con un espadachín aunque solo fuera para cortarle las partes a los beodos, a los turistas que orinan en los accesos pequeños y estrechos a la plaza. Sant Felip Neri se levanta sobre el antiguo cementerio medieval de Montjuïc del Bisbe. El Oratorio de Sant Felip, los edificios renacentistas, con las antiguas casas de los gremios de Caldereros y Zapateros y la fuente central definen una plaza pequeña y cerrada que, a menudo, pasa desapercibida. No formaría parte de un itinerario secreto de no ser porque sigue siendo una plaza herida por los estragos de la Guerra Civil Española, cicatrices nunca cerradas, visibles en sus muros. En la Iglesia de San Felipe Neri todavía se pueden ver los reductos de la metralla de las bombas lanzadas por la aviación del bando nacional durante la Guerra Civil. Fue el 30 de enero de 1938 cuando el artefacto explotó donde ahora está la plaza y provocó 42 víctimas mortales, la mayoría de las cuales eran niños que habían ido a refugiarse en el subterráneo de la Iglesia y que murieron a causa de la deflagración, al hundirse el techo del refugio. Otro segundo ataque de la aviación italiana mató a otras 20 personas que estaban ayudando a los supervivientes. En el oficio de matar con saña, la crueldad humana no tiene límites. También las casas quedaron destruidas algunas de las cuales fueron en parte recuperadas. Ahora junto a la Iglesia hay una escuela de niños cuyos cantos, cuyas risas son el eco perdido de aquellos que, entonces, tal vez, jugaban al escondite cuando varias bombas fascistas desgarraron su futuro y el nuestro.
TIBIDABO.
Tibi dabo… Te será dado… Os será dado uno de los mejores atardeceres de Barcelona. Bajo las brazos de Dios uno contempla absorto la grandiosidad de la ciudad de Barcelona, Dios él mismo de las pequeñas cosas. En el Tibidabo asombra la luz que se posa en los tiovivos y en el avión de madera de un parque de atracciones que fue el segundo de Europa y el primero de España ya en 1899. Es un parque pequeño pero suficiente para visitar en familia. Tras quedarse boquiabierto de ese mirador que es Tibidabo -no es necesario acceder al interior del parque para disfrutarlo- uno debe escalar hasta el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón, obra del arquitecto modernista


Enric Sagnier i Villavecchia, acabado por su hijo Josep Maria. Su construcción empezó el 28 de diciembre de 1902 y acabó en 1961 configurando, definitivamente el skyline de la ciudad. Ascender al Tibidabo otorga ese momento de paz, de huir para volver a la ciudad. Y hacerlo en un cómodo transporte público permite al observador de una vida demasiado veloz hacerlo con la regularidad que desee. El autobús 111 desde el Baixador de Vallvidrera le llevará al cielo azul desde Barcelona con los ferrocarriles catalanes, cada media hora.





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