miércoles, 14 de diciembre de 2011

REGRESO A PRAGA

“Continente de continentes” escribió Goethe, “Madre de ciudades” según F.Helas, “Toda la belleza del mundo” -contó Seifert en sus memorias- está en Praga. Poetas, escritores, músicos, pintores, viajeros de todas las almas se han dejado hechizar por una ciudad bellísima de cuento de hadas donde el tiempo se detuvo para siempre antes de convertirse en piedra fèrtil.

¿Por qué al verla nos invade el deseo de abrazarla y poseerla, de dejarse mecer por los latidos de la vieja capital?

Praga te atrapa en una telaraña muda  donde quedaron prendidos, al paso de los años, leyendas con pies de barro, reyes locos, alquimistas y farsantes, soldadescas y marionetistas. Quien llega a Praga por primera vez, intuye, pronto, que ya le debe un regreso. Cuando lo hace adivina  que esta madre de grandes ubres, de cúpulas y torres en una interminable partida de ajedrez no le dejará escapar y que volverá, como hechizado, una y otra vez. No hay mejor bálsamo para los corazones enamorados, para los poetas, para escritores y corazones de artista, no hay mejor medicina para el alma, hastiada de la locura de vivir frenéticamente que esta ciudad que destila fragor de música, que obra encantamientos en cada rincón,   apariciones fantasmales, en el trasfondo de siluetas de iglesias,  entre personajes extraordinarios  engendrados por esta  hermosa mujer que luce de oro sobre un río de plata…

Praga es mujer y es sinfonía inacabable. Por su Puente Carlos  se pasean  tocadores de copas, marionetistas, violonchelistas, cantantes líricos, bandas de música, acordeonistas pero tambien vendedores de miniaturas, de retratos en sepia, de artesanía bohemia. Bajo su reloj astrológico inundan la Plaza Vieja centenares de personas que asisten al canto del gallo mientras los apóstoles salen de paseo y un esqueleto agita su reloj recordándonos la fugacidad de la vida.En sus jardines crecen palacios, enormes casas de muñecas donde, a coro, danzan el barroco con el modernismo, el art-decó con el art-nouveau, el románico con  el neorrenacentismo, el cubismo con el estilo Secesión, como bailaron tres culturas –la checa, la judía y la alemana-  para tejer una forma de sentir, de ser, de escribir . La silueta de un castillo que clava sus alfileres en el cielo no parece sino una representación   espectral  del teatro negro, una escenografía operística que induce al sueño, y a no querer despertar de él.

La Praga mágica y fantástica, la Praga espiritual de sus mil cúpulas, la Praga amada por Mozart, por Rodolfo II, Rey, por el joven poeta Jiri Orten  sucumbirá, en parte,  a la modernidad que doblega el tiempo a sus exigencias;  perderá, quizás, la pureza de sus  geometrías cuando los ríos de visitantes que la sobrecogen se lleven la soledad de sus estatuas pero esta ciudad embrujada nos pedirá, con sus artes ocultas, una y otra vez,  maravillados soñadores, uno y otro regreso. Y sin pensarlo, andaremos tras sus sombras, hechizados, perdidos como enamorados.


Praga

Praga, cuya belleza no puede abarcarse
Ni siquiera por un firmamento pleno de estrellas...
En pie, vestida resplandeciente de la cabeza a los pies,
De su cornamenta de torres cuelga una cruz
Y un cazador cae de rodillas
Incapaz de levantar de nuevo su arco

Praga, cuya belleza no puede abarcarse
Por palabras humanas que tiemblan en los labios:
Mira, tus poetas pasean por tus callejuelas
Mas en lugar de componer versos, lloran

Jaroslav Seifert
(traducción Daniel Saiz)

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